
La realidad es que el riesgo que se corre al proponer actividades pautadas pero abiertas los moviliza, los saca de su zona de confort y los obliga a pensar.
El docente tiene que tener capacidad de escucha para no descartar ideas y herir la autoestima. Paulatinamente al sentirse valorados los chicos se van animando a más. Pertenecer y ser aceptado por el grupo es esencial para garantizar la supervivencia porque las emociones transfieren esa vivencia como una experiencia dolorosa disminuyendo la capacidad cognitiva y social.
Si los jóvenes se sienten menospreciados, ignorados, puestos en evidencia, sin poder participar se manifiesta de forma dolorosa que tratan de mitigar esforzándose para lograr pertenecer.
Algunos tratan de superarlo disimulando la emoción que le provoca, disminuyendo el compromiso y la participación y se va instaurando en la mente la idea de "no servir".
Edgar Morin en su libro "Los siete saberes necesarios para la educación del futuro" (2001) Expresa "...El riesgo de error existe ya en la percepción y está presente en el pensamiento, en el lenguaje, en toda actividad intelectual y en la proyección de nuestros deseos. (27) “La afectividad puede asfixiar el conocimiento, pero también puede fortalecerlo”. Razón y emoción se apoyan y necesitan. Alimentan y previenen los errores y las ilusiones."
Que la escuela debe cambiar en su forma de generar conocimiento y que nos encontramos situados en medio un cambio de paradigma ya no se discute. Sigue existiendo un sector que se resiste a los cambios y que se aferra a una escuela que atrasa. Hoy por hoy debemos entender que los jóvenes no se apropian de la escuela y debemos encontrar la manera de revalorizar las habilidades innatas de cada estudiante y guiarlos en la incorporación de nuevos conocimientos. Creo en una escuela que forme a sujetos singulares y no que se forjen en un molde idéntico. La educación es un derecho insoslayable pero con eso no alcanza. Necesitamos que los chicos que ingresen a la escuela secundaria permanezcan en ella pero no calentando una silla, sino recuperando el querer aprender para poder soñar su futuro. Sin educación es difícil imaginarlo, .
Bibliografía:
Morin, Edgar. Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. Paidós Studio Barcelona, 2001.
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